Cáncer en adolescentes y adultos jóvenes: síntomas y pruebas más frecuentes en el diagnóstico oncológico.

Los síntomas que produce el cáncer en el adolescente pueden ser muy diversos, y no es raro confundirlos con cambios propios de la adolescencia (el propio crecimiento, cambios hormonales, estrés y cansancio escolar, lesiones deportivas…). Es importante que uno mismo escuche a su cuerpo, y tener una comunicación fluida con el entorno (padres, compañeros y otros familiares).

En caso de que las manifestaciones sean recurrentes y estén fuera de lo normal, se debe acudir a un profesional sanitario para que proceda a realizar las convenientes pruebas para determinar qué es lo que sucede.


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¿Cuáles son los síntomas de cáncer más frecuentes en adolescentes? El cansancio, la pérdida de peso o de apetito, los dolores de cabeza o de huesos pueden ser indicios de cáncer adolescente.

Las manifestaciones más habituales que deben hacernos sospechar son las siguientes:

  • Cansancio o decaimiento que no tiene una causa que lo justifique y que es de carácter prolongado, especialmente si se acompaña de pérdida de apetito o pérdida de peso importante.
  • Fiebre prolongada sin ninguna infección aparente.
  • Palidez de piel y mucosas importante, hematomas o moratones en la piel sin traumatismo que los justifique.
  • Dolor localizado y persistente en un hueso sin causa aparente.
  • Bulto o masa en cualquier zona del cuerpo (cuello, axilas, extremidades, testículos…), especialmente si crece de forma rápida y progresiva.
  • Dolor de cabeza intenso, persistente, más intenso por la mañana o que produce despertares por la noche, especialmente si se acompaña de vómitos o de otros síntomas neurológicos (pérdida de fuerza o sensibilidad, alteraciones en la vista…).

Todas estas manifestaciones pueden producirse por otras enfermedades comunes y de carácter leve, pero ante cualquiera de ellas, es importante consultar con tu médico y realizar un seguimiento. En caso de que tu médico detecte algún signo de alarma pedirá las pruebas necesarias para orientar el diagnóstico o te derivará a un servicio especializado para que seas valorado.

¿Qué pruebas nos ayudan al diagnóstico?

Las pruebas complementarias que nos permiten llegar al diagnóstico de cáncer son muy variadas y específicas para cada enfermedad. Las pedimos de forma orientada en función de los síntomas que presenta el paciente, de los hallazgos que encontramos en la exploración física y de la sospecha diagnóstica. Describiremos algunas de las más utilizadas:

  • Analítica de sangre: el hemograma nos permite valorar cómo se encuentran las principales células de la sangre (glóbulos blancos, glóbulos rojos y plaquetas), que suelen afectarse en los pacientes con leucemia. La bioquímica general nos permitirá evaluar el estado y funcionamiento general de órganos como los riñones, hígado, páncreas, detectar si hay indicios de infección, etc. En ocasiones podemos medir en la sangre proteínas o marcadores especiales de algunos tumores que nos pueden dar el diagnóstico.

  • Aspirado de médula ósea: permite confirmar la sospecha de leucemia si detectamos alteraciones en el hemograma, ya que en la médula ósea se producen las células de la sangre y es donde se origina la enfermedad.

  • Pruebas radiológicas o de imagen: incluyen distintos tipos de exploraciones, cada una de ellas permite valorar con mayor detalle determinados órganos o tejidos. Entre las más utilizadas se incluyen:

    • Radiografía simple: es una prueba rápida y sencilla, que solemos utilizar como estudio inicial para valorar el tórax o los huesos.

    • Ecografía: utiliza ultrasonidos y no implica riesgo de radiación para el paciente. Se utiliza un gel frío y un transductor y permite valorar las partes blandas (bultos en extremidades, ganglios linfáticos en cuello, axilas) y los órganos abdominales o cualquier bulto o tumoración a ese nivel.

    • Tomografía computerizada (TC y scanner): es una prueba de corta duración que emplea radiación ionizante. Permite estudiar en detalle prácticamente cualquier órgano, especialmente el tórax y abdomen.

    • Resonancia magnética (RM): es una prueba de mayor duración que emplea campos magnéticos, pero no radiación. Permite estudiar en detalle el sistema nervioso central, los huesos y tejidos blandos.

    • Existen otras pruebas de Medicina Nuclear como el PET (tomografía de emisión de positrones), la gammagrafía ósea o la MIBG (Metayodobencilguanidina), que utilizan distintos contrastes o sustancias que se emplean específicamente para determinadas enfermedades o para hacer un rastreo de cuerpo entero en busca de signos de enfermedad extendida o metástasis.

¿Existen otras pruebas complementarias? 

Además de las pruebas imprescindibles para el diagnóstico de la enfermedad solemos realizar una serie de estudios generales de salud para comprobar el adecuado funcionamiento de los distintos órganos antes de iniciar el tratamiento: estudio de corazón con electrocardiograma y ecografía, estudios de función pulmonar, niveles de hormonas en sangre, estudio de la audición o visión, muestras de orina para valorar la función de los riñones, etc.

Dra. Maitane Andión Catalán

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  • Fuentes bibliográficas

    Andión M, Madero L. “Patología oncológica más frecuente”. En: Hidalgo Vicario MI, Redondo Romero AM, Catellano Barca G. Medicina del adolescente. Atención integral. 3ª edición. Ergon Madrid 2020.

    Ruano D. “Manejo clínico y diagnóstico diferencial en el paciente pediátrico con sospecha de cáncer”. En: Madero L, Lassaletta A, Sevilla J. Hematología y Oncología Pediátricas. 3ª edición. Ergon Madrid 2015, pág 293-298.

    López Pino MA, Sirvent-Cerdá S. “Diagnóstico radiológico del cáncer infantil”. En: Madero L, Lassaletta A, Sevilla J. Hematología y Oncología Pediátricas. 3ª edición. Ergon Madrid 2015, pág 321-330.

     

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