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La salud mental en el cáncer

Recibir un diagnóstico de cáncer es un momento de mucho estrés y preocupación, pudiendo llegar a ser traumático para el paciente. Es una enfermedad que puede causar una profunda huella en la salud mental, observándose el 10 y el 20% de pacientes que padecen cáncer sufren síntomas de ansiedad y depresión, respectivamente.¹

Aunque estos síntomas no satisfagan las condiciones para ser diagnosticados de depresión y ansiedad de manera evidente, pueden afectar en gran medida a la calidad de vida del paciente. Otro de los síntomas que puede alterar al paciente es el insomnio. Es por ello que, cada vez más, surgen terapias complementarias dirigidas a tratar estos síntomas psicológicos, como puede ser la arteterapia.¹

¿Qué es la arteterapia?

La Asociación Profesional Española de Arteterapeutas define la arteterapia como:²

“La arteterapia está basada en las aplicaciones psicoterapéuticas del proceso artístico y en la importancia de la relación entre persona usuaria y el arteterapeuta. Utiliza esencialmente los medios propios de las artes visuales para promover cambios significativos y duraderos en las personas, potenciando su desarrollo y evolución como seres individuales y sociales.”

Está dirigida a aquellas personas a las que, por sus circunstancias, les resulta difícil expresar sus emociones y conflictos internos. Como otras terapias, requiere por un lado a un profesional formado que conduzca la sesión individual o grupal, y por otro un compromiso real por parte del paciente, incluso para emprender su propio proceso artístico.²

La arteterapia en el cáncer

Este tipo de terapia complementaria ha irrumpido recientemente en el entorno oncológico apoyada por varios estudios previos, pero con ciertas limitaciones que implican tener precaución con las conclusiones.¹

A pesar de ello, y en base a la evidencia disponible, se considera que la arteterapia puede tener efectos beneficiosos en cuanto a la calidad de vida, la depresión, ansiedad e incluso la fatiga en los pacientes con cáncer.3 Por ello, se considera que merece la pena recomendar esta terapia a los pacientes de cáncer, con el objetivo de aliviar estos síntomas psicológicos y, en general, mejorar la calidad de vida de estos pacientes.³

En qué consiste una sesión de arteterapia

Las sesiones de arteterapia pueden variar según las circunstancias, la persona, aquello que quiere trabajar, el ambiente o la etapa terapéutica del paciente. Suelen durar alrededor de una hora, en la que el/la terapeuta acompaña y aporta al paciente herramientas verbales, corporales y creativas para trabajar tanto en la clínica como fuera de la misma4. La escuela Hepahisto Arteterapia propone un esquema basado en cuatro puntos:⁴

1. Demanda: el paciente explica su situación y cómo se siente respecto a ella, detallando aquellas conductas que quiere revisar y explorar, en caso de que no las tenga claras, el/la terapeuta le ayudará en su introspección.

2. Inicio corporal: el cuerpo es importante en estas sesiones, pudiendo ser incluso el punto de partida. Se atiende a la respiración, la postura y las posibles dolencias que puedan surgir. Puede incluir una toma de conciencia corporal (repaso interno del cuerpo parte por parte), ejercicios de respiración, movilización de las partes del cuerpo, descarga a través del movimiento o el uso de la voz.

3. Producción/ creación simbólica: el terapeuta acompaña a la persona en su exploración a través de materiales plásticos y creativos, sin interpretar ni juzgar. Es una parte de la sesión más simbólica, expresiva y de libre actuación.

No hay un objetivo concreto ni se busca la creación de obras de arte, sino el poder expresarnos con libertad y soberanía, dándonos pistas de cómo pensamos y ayudándonos a formular soluciones creativas o nuevas respuestas a nuestras preguntas. Fortalece la creatividad, la autoestima, la imaginación o la memoria, favoreciendo a su vez la reconciliación ante miedos, traumas o conflictos internos.

4. Recogida/ integración: terapeuta y paciente reflexionan activamente sobre lo creado y aquello que haya podido emerger en el proceso.

Al finalizar la sesión, se recogen los puntos principales de la experiencia, tendiendo puentes entre lo vivido en la sesión y el día a día del paciente. No se trata de encontrar una solución concreta. No hay respuestas concretas ni cerradas, pero sí pueden aparecer apoyos, nuevos puntos de vista, o incluso más preguntas, que den pie a la persona a rebuscar en su interior.

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